Nehemías 1: 1-10 relata: Palabras de Nehemías hijo de Hacalías. Aconteció en el mes de Quisleu, en el año veinte, estando yo en Susa, capital del reino, que vino Hanani, uno de mis hermanos, con algunos varones de Judá, y les pregunté por los judíos que habían escapado, que habían quedado de la cautividad, y por Jerusalén. Y me dijeron: El remanente, los que quedaron de la cautividad, allí en la provincia, están en gran mal y afrenta, y el muro de Jerusalén derribado, y sus puertas quemadas a fuego. Cuando oí estas palabras me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios de los cielos. Y dije: Te ruego, oh Jehová, Dios de los cielos, fuerte, grande y temible, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos; esté ahora atento tu oído y abiertos tus ojos para oír la oración de tu siervo, que hago ahora delante de ti día y noche, por los hijos de Israel tus siervos; y confieso los pecados de los hijos de Israel que hemos cometido contra ti; sí, yo y la casa de mi padre hemos pecado. En extremo nos hemos corrompido contra ti, y no hemos guardado los mandamientos, estatutos y preceptos que diste a Moisés tu siervo. Acuérdate ahora de la palabra que diste a Moisés tu siervo, diciendo: Si vosotros pecareis, yo os dispersaré por los pueblos; pero si os volviereis a mí, y guardareis mis mandamientos, y los pusiereis por obra, aunque vuestra dispersión fuere hasta el extremo de los cielos, de allí os recogeré, y os traeré al lugar que escogí para hacer habitar allí mi nombre. Ellos, pues, son tus siervos y tu pueblo, los cuales redimiste con tu gran poder, y con tu mano poderosa.
La Palabra nos muestra que Nehemías entristeció cuando supo de la terrible situación de la ciudad Jerusalén y deseó ayudar a su pueblo. Aunque en ese momento no pudo hacer nada para remediar aquella situación porque se encontraba en el lugar menos apropiado, dedicándose a un trabajo indebido y bajo las órdenes del patrono incorrecto. A pesar de ello, Nehemías, reconoció su situación, se humilló y no permitió que se muriera el sueño de ayudar a su gente. Al contrario, utilizó el tiempo para planificar y orar, mientras Dios le permitía alcanzar su visión.
Nehemías 1: 11 habla de lo que este hombre le pidió al Señor: Te ruego, oh Jehová, esté ahora atento tu oído a la oración de tu siervo, y a la oración de tus siervos, quienes desean reverenciar tu nombre; concede ahora buen éxito a tu siervo, y dale gracia delante de aquel varón. Porque yo servía de copero al rey.
Este verso nos ayuda a identificar la diferencia entre un soñador que imagina los cambios positivos y un visionario que se ve a sí mismo provocando esos cambios. Nehemías era un visionario ya que oró porque Dios le diera la oportunidad de reconstruir los muros de Jerusalén.
Nehemías 2:5-9 explica lo que este hombre hizo: y dije al rey: Si le place al rey, y tu siervo ha hallado gracia delante de ti, envíame a Judá, a la ciudad de los sepulcros de mis padres, y la reedificaré. Entonces el rey me dijo (y la reina estaba sentada junto a él): ¿Cuánto durará tu viaje, y cuándo volverás? Y agradó al rey enviarme, después que yo le señalé tiempo. Además dije al rey: Si le place al rey, que se me den cartas para los gobernadores al otro lado del río, para que me franqueen el paso hasta que llegue a Judá; y carta para Asaf guarda del bosque del rey, para que me dé madera para enmaderar las puertas del palacio de la casa, y para el muro de la ciudad, y la casa en que yo estaré. Y me lo concedió el rey, según la benéfica mano de mi Dios sobre mí. Vine luego a los gobernadores del otro lado del río, y les di las cartas del rey. Y el rey envió conmigo capitanes del ejército y gente de a caballo.
Después de orar, Nehemías hizo planes y desarrolló una estrategia para alcanzar su visión. Por eso, ya sabía qué decir cuando Dios le dio la oportunidad de hablar con el rey Artajerjes.
Así que el rey de Persia, al ver que Nehemías ya tenía todo planificado, le brindó la ayuda que necesitaba para cumplir su objetivo. Entonces vemos que la oración y la planificación nos ayudan a mantener viva nuestra visión y alcanzarla.
Ora para pedir oportunidades y también ora por las personas que puedan ayudarte a lograr tu propósito, pero mientras esperas la oportunidad, planifica tus estrategias. Confía en el Señor porque Sus planes son de bien, tal como leemos en Jeremías 29:11: Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.
Persevera con tu mirada en los cielos, haciendo parte a Dios de tus sueños y seguramente obtendrás lo que esperas.
Por: Pastora Sonia Luna
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